Existen personas que creen que el amor es sinónimo de sacrificio. Que deben entregar todo de sí mismas para que la relación funcione.
Comúnmente, se piensa que el amor involucra asumir compromisos. Es decir, contraer obligaciones con la persona amada que permitan que se sienta segura. En una relación, esto es normal y sano. Puesto que es importante darle esas garantías a la otra persona, demostrarle que la relación va en serio y que hay un lazo emocional con él o ella. Por consiguiente, es imprescindible demostrar este compromiso con acciones y no sólo ponerlas en palabras.
Pero lamentablemente, para algunas personas es difícil establecer cuál es el límite del compromiso que debe existir entre ambos. Por consiguiente, se da otro sentido al propósito de dichas obligaciones, y pasa de ser el medio para fortalecer la relación a ser lo que brinda sentido a la misma. En consecuencia, este compromiso se transforma en una evidencia continua de sacrificios y se empieza a creer que mientras más sufres por la otra persona, más demuestras tu amor.
Cuando se ven las cosas de esta manera, parece tonto e incoherente que alguien haga eso, pero la realidad es que esto sucede a menudo. Incluso la idea general que se tiene del amor romántico se basa en ella. En algunas películas románticas y novelas, se aprecia que los protagonistas deben pasar por muchas penurias y sacrificar muchas cosas por la persona amada.
Pero ¿cómo diferenciar los sacrificios racionales que se hacen por el otro de aquellos que sólo nos lastiman?
¿Los sacrificios añaden intensidad a la relación?
Hablando sinceramente, el enamoramiento involucra riesgos. Es posible que salgamos heridos al tener sentimientos por otra persona. Y esto inicia desde antes que la persona amada nos corresponda. También sucede cuando no somos correspondidos.
Estos riesgos no disminuyen cuando la relación va haciéndose más fuerte, siempre están presentes. Nos entristece separarnos del otro por un largo periodo de tiempo, o ver que el otro la pasa mal. Es natural que esto nos genere malestar. También es necesario realizar ajustes y cambiar muchas cosas, de manera que, nos podamos adaptar mejor a la convivencia en pareja.
El amor no se caracteriza por ser cómodo. Por el contrario, el amor se caracteriza por ser intenso y generar emociones fuertes en nosotros. Tal vez esa sea la razón por la cual algunas personas quieran, de manera inconsciente, agregarle intensidad a la relación mediante el sufrimiento. Puesto que, en definitiva, al sufrir obtendremos emociones fuertes, aunque sean negativas.
Todos queremos vivir una historia de amor inolvidable, una historia que marque nuestras vidas. Por ello, para algunos es normal, agregarles a los riesgos que, ya de por sí, involucra una relación amorosa, una dosis de malestar ocasionado por nosotros mismos.
Pero, esta forma de ver al amor como un sacrificio es completamente tóxica, aunque pueda ser difícil de reconocerlo por uno mismo. Es terrible que esta forma de ver al amor se ajuste perfectamente a las viejas creencias sobre el matrimonio, y nos lleve a verlo como algo normal. Pero ¿Cuáles son las razones de esto?
La vieja creencia de que el matrimonio involucra sacrificios
La psicología nos demuestra que la mayoría de las cosas se relacionan con el ambiente en que vivimos, y, por ende, el amor también se acomoda a ello. El amor no surge de la nada en nuestro cerebro cuando vemos a otra persona. El amor es el resultado de lo que hemos aprendido a través de las generaciones anteriores acerca de cómo reaccionar frente a las emociones tan intensas que genera el enamoramiento.
A través del tiempo y las generaciones precedentes, se consideró al matrimonio como la forma más adecuada de lidiar con el amor, y establecerlo como una forma de organizar la sociedad y administrar los recursos.
En consecuencia, para amar era indispensable poner a la familia como lo primero. Y el esfuerzo por mantenerla e incluso los sacrificios que se hacían por ella eran justificados. Con la escasez de recursos que existía, era imprescindible sacrificarse por el bienestar de la familia. Entonces, el dejar de lado tu individualidad para satisfacer las necesidades de tu familia era la norma. Y el vivir de manera independiente y libre era extraño y raro.
Al mezclar el amor con el sacrificio, terminaron por juntarse tanto que era difícil de distinguir el uno del otro. Lo anterior junto con el machismo predominante en la sociedad hicieron de la mujer un objeto de pertenencia del marido. El esposo tenía que ver por ella a cambio de que la esposa cumpliera todos sus deseos.
En consecuencia, no debe extrañarnos que la dependencia emocional en las relaciones sea tan común. Después de todo, las emociones suelen acompañar a las acciones en gran parte de las situaciones. Y esto también sucede con el hecho de sacrificarse de manera continua por la otra persona.
Compromisos razonables y no sacrificios
Desde hace mucho, el modelo patriarcal ha sido objeto de muchas críticas. Por lo tanto, ahora es posible no acatar la unidad familiar como una forma de vida. El amor se puede vivir de una manera diferente. Como personas autónomas, teniendo cada uno su espacio, sus propios sueños y metas, sin necesidad de depender del otro.
En consecuencia, los sacrificios que se adoptan por la relación caen en el marco de límites razonables. Asumir compromisos que permitan fortalecer la relación, sin caer en la dependencia.
Para concluir, asumamos el reto de dejar de lado las viejas creencias. Y vivir el amor de una forma más plena. Dejando los sacrificios que nos lastiman, asumiendo compromisos sinceros y razonables.